Héctor BlisS

@blissito

hace 2 años

Intruso

Miraba por la ventana y pensaba que los paisajes eran demasiado bellos. ¿Cómo podrían ser demasiado?, ¿Cuál era mi punto de referencia?, ¿sería acaso que jamás en mi vida había tomado un tren?, porque no solo los paisajes me parecían como de película francesa, también el vaivén del tren junto con sus ruidos. Que si ponía atención, identificaba que eran a causa de la fricción de los raíles y las ruedas del carro. Me parecía surrealista, como que yo no pertenecía a ese lugar. Que era yo un intruso, el ocupante incómodo del asiento de alguien más.

Al principio no entendíamos si los asientos eran asignados o no, cuando buscábamos nuestros asientos por número, algunas veces alguien más ya los ocupaba, y nosotros ingenuos y principiantes del turismo, no decíamos nada y seguíamos buscando algunos disponibles para luego ser abordados por los dueños reales y tener que buscar otros de nuevo. Desfilábamos dentro del vagón, Nos hacíamos rostros conocidos de los pasajeros del camión cada estación. Nos tomó algo de tiempo que la incomodidad y la suerte de poder mirar algunos ejemplos nos hiciera atrevernos a defender nuestros asientos. Una vez nos tocó que el ocupante del asiento de enfrente fuera abordado por alguien que había reservado por internet, el pasajero con reserva le solicitó de forma poco amable que buscara otro asiento. Esto me impactó de principio. No solo me impactó darme cuenta de mi nula educación social, de mis inclinaciones sumisas y mi total falta de sentido común, también me sorprendió observar en otra parte del mundo la misma lucha humana por la propiedad privada. Somos tan iguales en todo el mundo, y al mismo tiempo tan diferentes. Pero llegó el momento, me acostumbré a subir y bajar de muchos trenes, a esperar que la llegada fuera puntualísima, a encontrar el carro y ubicarnos en el mejor lugar de abordaje. Y todo un entrenamiento viajero gracias a Brenda que, de forma sumamente inteligente, diseña nuestros trayectos en tren para poder recorrer y cambiar de país sin tener que dejar la superficie de la tierra, mientras llenamos nuestra memoria de paisajes y visiones. No entiendo cómo alguien con la opción de tomar tren, preferiría un avión. Gracias a estas experiencias en tren, hoy pienso que no es lo mismo visitar una ciudad llegando en avión que visitar un país recorriendo algunas de sus ciudades en tren. La experiencia es abismalmente mejor si puedes mirar los campos y la vida rural del país. Subimos al siguiente tren. Esperamos al final, había mucha gente y dejamos que la mayoría pasara antes que nosotros, cuando ubicamos nuestros asientos, vimos que estaban ocupados, todo el coche estaba repleto. Mis manos comenzaron a sudar, sentí abochornarme, pero tragué saliva, junte todo el coraje que pude (pues, pocas veces lo uso), y pronunciando lentamente un inglés mal pronunciado, me dirigí a la pareja que ocupaba nuestros asientos. De alguna manera, con una mezcla de pantomima y palabras que me hacían sentir chistoso, les hice saber que eran nuestros. Después de dudar un poco y discutir entre ellos, se levantaron, dijeron (o tal vez me gusta imaginar que lo dijeron) «sorry» y buscaron otros, ya no cabía ni un alma y terminaron sentándose muy separados el uno del otro. Ese día sentí que acababa de entrar al juego mundial de la humanidad y ya no me sentí más un intruso.

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